El sábado 26 de octubre de 2024, nuestra Hermana Jeanne-Bienvenue hizo su Profesión Perpetua en la Casa Madre. Originaria del Congo, nuestra Hermana dio sus primeros pasos en la Congregación en el noviciado de Sudáfrica antes de llegar a Francia en 2023.
El padre Jean-Marc Grand presidió la ceremonia a petición de nuestro obispo, que se encontraba en Roma con motivo del sínodo.
Al comienzo de su homilía, el celebrante habló del origen del nombre dado a nuestra Hermana cuando tomó el Hábito: “Bienvenue”, que recuerda para siempre la confianza de suss padres en la adversidad de la vida. Y Jeanne, en recuerdo de Sor Jeanne-Agnès, de quien tanto aprendió en los primeros tiempos de su vida religiosa. Así pues, Hermana Jeanne-Bienvenue, podemos, con usted, recorrer esta mañana la Palabra de Dios y dejarla que nos renueve”.
Nuestra Hermana había elegido el Evangelio de las Bienaventuranzas, lo que dio al Padre Grand la oportunidad de desarrollar estas palabras que nos dejó Jesús: “Las bienaventuranzas son la adecuación entre la voluntad de Dios y nuestra propia voluntad, la acción humana, libre que de ella brota”. Así, desarrolló cada una de las bienaventuranzas y las disposiciones de los mansos, los hambrientos de justicia, los puros de corazón, los perseguidos por causa de la justicia … “Las bienaventuranzas no trazan solamente una especie de modelo de discípulo o de la religiosa que se compromete… sino un retrato de Cristo. Las bienaventuranzas nos muestran quién es Jesús. Ese Jesús que hizo decir a San Pablo: la cruz de nuestro Señor Jesucristo sigue siendo mi único orgullo. Lo que cuenta es ser una nueva creación. Dejémonos renovar por el soplo de las Bienaventuranzas”.
El Padre agradeció a Sor Jeanne-Bienvenue por su energía para superar los obstáculos. También dio las gracias a sus padres y continuó: «Gracias a ustedes, Hermanas, por el camino de santidad que su congregación traza, inventa (en el sentido de descubrir un tesoro), desde hace tantos años en nuestras tierras de Champagne y del Aube y bajo tantos otros cielos.”
«Nuestro tiempo nos invita a recordar que la vida religiosa no tiene sentido ante todo por la actividad de los religiosos y religiosas, aunque esta actividad sea tan necesaria como útil. La vida religiosa vale, ante todo, por el sentido que propone. Es un signo dado a la Iglesia, a los creyentes y al mundo de esta llamada universal a la santidad a la que, desde nuestro bautismo, todos estamos llamados a responder… Los caminos son muchos, pero la llamada es única. Es la llamada a tomar en serio la cruz de Jesús y la promesa de felicidad que ofrecen las bienaventuranzas”.
Terminó su homilía evocando el abandono que Dios pide a sus hijos: “Dios es este Padre que no pide otra cosa que esta confianza que nos permite dormir en paz, habiendo puesto en sus manos la carga del día”. Concluyó con un vibrante “¡Buena vida!”.